El amor a los animales
Adoramos a los perros porque son niños siempre. Nos hacen conectar con la plenitud de nuestra propia inocencia, pero también con nuestros anhelos de la infancia.
Muchas veces representan a alguien del sistema familiar, a quien estamos amando inconscientemente porque no está presente, porque es alguien del que no pudimos elaborar un duelo, o simplemente desplaza el vacío de alguien que quisiéramos en nuestra vida. Por ejemplo, a veces expresan el lugar de hijos abortados hacia los que miramos ocultamente, de ahí también sus comportamiento y sus lealtades. Muchas veces a la pareja que ya no está o aquella que desearíamos junto a nosotros. Quizá aquella a la que no podemos tomar. Sin embargo, al darles este lugar se da una doble dirección, lo que se llama transferencia: Los vínculos íntimos con los animales, nos ayudan a sanar esas relaciones que no podemos afrontar o que están en un proceso inacabado. Y a la vez, al ocupar ese lugar, si no podemos hacer esa relación consciente, este animal ocupa indefinidamente el lugar de esta persona, imposibilitando darle el lugar que le corresponde, devolviéndolo a donde necesita, dándole un espacio real junto a nosotros, abriendo nuestro corazón la relación verdadera.
De este modo, podemos comprender que el amor un tanto fanático que profesan algunas personas a los animales, algunas veces convirtiéndose en animalistas o ecologistas, en realidad tiene un trasfondo sistémico, donde las creencias están fuertemente arraigadas a sentimientos hacia personas a las que están encubriendo con un amor ciego.
Por eso los animales llevan muchas cargas que purifican en su propio organismo sanando nuestro campo emocional y energético, por lo que muchas de sus enfermedades tienen que ver con la sanación de nuestros vínculos, que se manifienstan en su cuerpo buscando una solución a ese desorden.
Démosles las gracias por estar a nuestro servicio. Aquellos que amamos, a través de sus ojos, nos envían bendiciones desde otros lugares.