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Inocentes aunque demostremos lo contrario

Yo también construí mi hogar en nido extraño y también obedezco a la persistencia de la vida. Mi vida me quiere escritor y entonces escribo. No es una elección: es una íntima orden de batalla.

Inocentes aunque demostremos lo contrario

Recuerdo una vez como le pedí algo con mucha claridad a mi amigo Sergi,

en un momento de devastación personal:

«Necesito alguien que pueda mirar sin miedo lo que estoy experimentado.»

Y él respondió: Sí.

lapidacion
Lo que impide una transformación verdadera y profunda es una falta de asentimiento a lo que somos tal como somos. En esta falta de aceptación profunda buscamos que el otro sea a imagen y semejanza de lo que querríamos ser.

Pero no hay necesidad de cambiar un átomo del otro. Sus quejas, sus mentiras, sus miedos, sus fantasías son caminos tan tortuosos y equivocados como los nuestros, que son usados completamente para llevarlo a sí mismo. ¿O no ha sucedido así con nosotros? ¿Las correcciones de los demás, nos salvaron de sufrir ciertas experiencias? ¿ De ser de una manera determinada? Sólo nos hicieron sentir más culpables por no poder cambiar lo que no era posible ni necesario cambiar. Únicamente pudimos tomar cierta guía cuando estábamos preparados para escucharlas. Entonces cualquier cosa hubiera servido: caerse de la bici, una mirada con afecto de alguien desconocido, una frase de una madre a su hijo en la cola del supermercado. En ese momento de discernimiento todo es igual de valioso, en este momento de cerrazón y falta de claridad, todo es igual de inútil.

Sin embargo, una actitud de aceptación plena a lo que el otro vive intensamente en este momento, sin pretender salvarlo, sin siquiera estirar una arruga de su vestido, dejándolo todo tal como es, con un respeto inmenso por lo que la vida le trae, por como se maneja en esa corriente, como resuelve su propia existencia, es de una amor real,  que no siente amenaza por lo que el otro es o siente.

Porque si lo queremos arreglar le estamos diciendo que es defectuoso. Cuando le decimos que cambie su forma de pensar, que lo que quiere no es deseable, que no está bien como es, que no debería sentir celos de quien desea, envidia de lo que no tiene, miedo a lo desconocido, que lo podría haber hecho mejor, le estamos haciendo culpable de lo que siente. Y lo que uno siente está justamente para sentirlo, y esta misma experiencia nos abre a algo más amplio que sólo se muestra cuando dejamos de culparnos por lo que vivimos y sentimos.

Lo que sientes es lo que te está llevando a tu propia transformación de lo que sientes. Si lo manipulas con la culpa la inteligencia del proceso se detiene. Cuando mires a alguien y te incomode o te haga enfadar por lo que dice o por como es, permite esa emoción también. Es tu miedo a ser como él porque esa actitud o pensamiento están en ti. Resuena con una parte de ti. De no poder aceptar ese miedo nace la culpa para negarlo. Quien no tiene ganas de matar a nadie no teme a los asesinos. Nuestros propios juicios nos delatan.

Cuando no culpas a alguien por hacer lo que hace, por ser como es, de pronto esta persona puede llegar a mirarse de un modo que no es común, con una profundidad inusual. Y su culpabilidad al no verse reforzada, al dejar de ser alimentada por tu culpabilidad, puede observar sus pensamientos y emociones independientemente de ti y del mundo. Y tú también. Sientes tu enfado, no estás enfadado. Percibes tu culpa, no eres culpable. La relación comienza a adentrarse en un reino de liviandad y tranquilidad. Las experiencias de la relación no están alteradas. Le ofreces a tus hijos, por ejemplo, la posibilidad de aceptar la solución, no a quedarse luchando contra el problema. Porque la atracción de la culpabilidad es un pozo sin fondo, el deseo oculto de mantener el conflicto en nosotros se manifiesta, culpando a los demás por sufrirlo.

Una respuesta

  1. francisco rico dice:

    muchas gracias Jonas!!!
    gracias por tu logica tan exquisita… tan incomparable como el curso…
    gracias por ayudarme en mi camino…
    caminando conmigo

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