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Una casa fiel

Yo también construí mi hogar en nido extraño y también obedezco a la persistencia de la vida. Mi vida me quiere escritor y entonces escribo. No es una elección: es una íntima orden de batalla.

Una casa fiel

Al entrar en el jardín, el sistema domótico reconoce el iris de Bastian. Los ventanales aclaran los cristales permitiendo entrar la luz del crepúsculo un 87 %. El dispositivo de la entrada activa el sistema de reconocimiento de huéspedes y detecta según la fisionomía: la identidad del invitado, el estado emocional y el de salud. Bastian suspira repetidamente, de modo que el salón activa el modo descanso para él y su invitada. Los muebles se retiran automáticamente, y el suelo y el techo se convierten en una pantalla holográfica, que proyecta una playa caribeña dejando entrar la espuma de las olas hasta los pies simétricos de ella.

© Jaime Monfort

Suena una música envolvente que desviste fácilmente el cuerpo turgente y lleno de sensualidad de la mujer invitada. Bastian sonríe haciendo girar el dedo de su mano en círculos para que ella prosiga el baile sinuoso, danzando sobre la arena blanca de una isla pacífica. Con una sonrisa y un gesto de la cabeza ella pide que él se desnude también. Obedece. Bastian se acerca a ella por detrás, la toma de la cintura, y besando su nuca percibe algo extraño en su su cuerpo terso y elástico. Y haciéndola girar de la barbilla, la mira fijamente a los ojos. Ella parpadea repetidamente sin sonreír. La cara de Bastian se desencaja y estalla en un grito seco, que el sistema central recoge en forma de comando. Instantáneamente la casa bloquea cualquier posibilidad de enviar o recibir señales de telecomunicación. Todas las luces se encienden. Pero ya es tarde. La información audiovisual ya ha llegado a la esposa de Bastian.

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